Arica, una ciudad que clama por recuperar la paz

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Ya son innumerables las veces en que los ariqueños y parinacotenses han expresado sentirse desvalidos y apartados del resto del país. Una ciudad que fue dejada de lado por los gobiernos contemporáneos, en donde la falta de empleo e inversión eran las demandas más solicitadas.

Hoy, en plena pandemia, Arica clama por lo que hace cuatro o cinco años era impensado. Mayor seguridad, el fin a los robos, el fin a la violencia con armas de fuego, el fin a los asesinatos.

La inseguridad en las calles es evidente, ya no basta con identificar zonas críticas en la ciudad. Hoy en día cada esquina, cada luz roja de un semáforo, es señal de peligro, de estar alerta. Ni hablar de salir a caminar en horas de la noche, de los paseos por el borde costero, de los ejercicios en los parques y rotondas, de los baños nocturnos en las playas. Hoy cada actividad que hace algunos años era un habitué, hoy es simplemente caminar sobre la cornisa. 

Hoy Arica tiene rincones en donde la ley la impone la calle, lugares en donde ni la luz del sol te protege de ser victima de esta pandemia delictual que crece y crece.

La escasa voluntad poner un freno se percibe. Autoridades locales se esconden bajo las sombras de endosar única y exclusivamente la responsabilidad a un gobierno central inexistente, un gobierno central -que poco importa quien lo dirija- ha estado décadas ignorando a la puerta norte del país.

¿Será acaso la oportunidad para que la propia ciudadanía recupere de una vez por todas el Arica que tanto anhelan? 

Hoy Arica ha comenzado a hablar, tímidamente, en un principio. Caravanas, bocinazos, algunos cacerolazos y cortes de rutas de ingreso, las acciones que pueden significar el comienzo de ese -manoseado por algunos- despertar de los ariqueños.

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